
Si nos detenemos a reflexionar sobre las diversas formas de discriminación, llegaremos a la conclusión, de que, todos alguna vez, y sin darnos cuenta, hemos discriminado de algún modo a alguien.
Según los cánones de la sociedad, se suele dar más importancia a las personas por lo que aparentan, tienen o son, dando más valor a las cosas materiales y superficiales, que al valor humano y profundo de las personas.
Debemos reconocer que la sociedad suele ser más amable con los que más poseen, con los que más dinero tienen, con los que poseen un puesto de trabajo de mayor rango, con los de la clase social de mayor nivel, con los más guapos, que los que no.
Detengámonos a pensar por un momento... todos somos personas, todos somos iguales, por lo tanto, ninguno es más que nadie, intentemos valorarnos a nosotros mismos, y a los demás, como lo que somos, personas con valores humanos, con sentimientos y emociones.
